martes, 9 de marzo de 2010

En el apando..


Estaban presos ahí los monos, nada menos que ellos, mona y mono; bien, mono y mono […] Monos, achimonos, estúpidos, viles e inocentes, con la inocencia de una puta de diez años de edad. Tan estúpidos como para no darse cuenta que los monos eran ellos y no nadie más, con todo y sus madres y sus hijos y los padres de sus padres. Se sabían hechos para vigilar, espiar y mirar en derredor, con el fin de que nadie pudiera salir de sus manos, ni de aquella ciudad y aquellas calles multiplicadas por todas partes[…]"

*José Revueltas.
El Apando. Ed. Era, México, 2005


*José Revueltas (1914-1976) fue uno de los escritores mexicanos más lúcidos y comprometidos (ética y estéticamente) de la literatura mexicana del siglo XX. De estirpe artística, Revueltas comparte ideas de izquierda con sus hermanos y será, justamente por ésta filiación política, que Revueltas transite por los sórdidos caminos de una sociedad que reprime, censura y castiga toda expresión que vaya contraria a sus intereses materialistas-edonistas. Su activismo social motivará entonces, su encarcelamiento en diversas ocasiones: la primera en 1932,; la segunda en 1934 (ambas en las Islas Marías por su participación en huelgas de trabajadores agrícolas); la tercera vez el escritor fue recluido en la cárcel de Lecumberri por su actuación como líder intelectual en la huelga estudiantil de 1968. Resistencia que terminó con la violenta represión que el gobierno del entonces presidente Díaz Ordaz ejerció contra estudiantes, maestros, trabajadores y líderes.
Para Revueltas, carceleros y prisioneros son víctimas de un encierro opresor que los reduce a la condición más ínfima de un ser humano: sin libertad, sin futuro visible, los personajes de El Apando buscan evadir esa realidad a través de la ansiada droga. Pero el poder se muestra eficaz para reducir, reprimir y castigar en esta cárcel en la que los individuos son números, uniformes; masas que pierden su esencia individual en la prisión cartesiana de formas geométricas. No hay espacio ni salida para los prisioneros, el poder social se impone sobre los individuos. La desesperación los llevará a librar una sangrienta batalla final con sus mismos carceleros, no hay evasión , la búsqueda del placer que la droga provee a los personajes, no llega. No hay alternativa: no hay libertad física, y la higiene social condena ese placer que los personajes hallan en la droga.

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